Durante casi cuarenta años, un buen padre católico les dijo a sus hijos que vivieran para Jesús y que amaran a Jesús especialmente yendo a la misa, no solo los domingos, sino todos los días, o con la mayor frecuencia posible. Sin embargo, aunque algunos de sus hijos fueron a la Misa los domingos, nunca tomaron la decisión de vivir para Jesús. Entonces, el padre volvió a decir lo que había dicho durante todos esos años, pero esta vez murió. Los hijos ya no podían dejar de lado ni ignorar las palabras de su padre. Uno de sus hijos dio su vida a Jesús y centró su vida en la Eucaristía.

Durante muchos años, Jesús les ha dicho muchas cosas a Sus discípulos. Debemos:

• reducir nuestros estilos de vida y elegir la pobreza (Mt 5:3),
• amar y perdonar a nuestros enemigos (ver Mt 5:44),
• negarnos a nosotros mismos y cargar nuestras cruces cada día (Lc 9:23),
• lavar los pies de los demás como un servicio de sacrificio (ver Jn 13:5ss),
• dedicarnos a la Palabra de Dios y a la vida comunal (Hch 2:42), y
• vivir nuestras vidas siendo testigos de Jesús (Hch 1:8).

Muchos cristianos han ignorado estos mandamientos de Jesús. Sin embargo, cuando Jesús ascendió, Sus discípulos no podían descartar tan fácilmente Sus palabras.

Que recibamos la gracia de la Ascensión hoy. Que en este tercer día de la novena de Pentecostés respondamos a las palabras de Jesús y lo tomemos en serio.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 11 de octubre de 2017.

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