En la primera lectura de hoy, san Pablo, el padre espiritual de Filemón, está escribiendo a Filemón para hacerle una solicitud especial. Filemón era un propietario de esclavos, un hombre relativamente rico de la ciudad de Colosos. Uno de los esclavos de Filemón, Onésimo, cuyo nombre significa "útil", al parecer, había escapado y habían robado a Filemón en el proceso (File 15,18). Onésimo se cruzó con Pablo, que lo convirtió al cristianismo. Por lo tanto, Pablo se convirtió en el padre espiritual de Onésimo, quien se convirtió en un ministro "útil" del Evangelio en el proceso. Pablo convenció a Onésimo a regresar humildemente donde Filemón y restaurar lo que había robado. Pablo apela inteligentemente a Filemón para que perdone a Onésimo, no como esclavo, sino como un hermano en el Señor; además, Pablo le pide a Filemón conceder a Onésimo su libertad y que regrese a trabajar en el ministerio de Pablo. ¡Esto es mucho para pedirle a Filemón!

Esto es muy similar a la manera con la cual Dios trata con cada uno de nosotros. Dios nos ha dado el don del libre albedrío (CIC, 1730). El Señor quiere que le amemos con base en nuestro libre albedrío. El don del libre albedrío establece la posibilidad de que la humanidad pueda elegir el mal en lugar del amor. Amor dado con base en la libre voluntad es la fuerza más grande en el mundo, incluso más fuerte que la muerte (ver Cant 8:6). A medida que el año de la Iglesia llega a su fin, termina el año dando a Dios el don que Él desea tan grandemente: tu amor entregado por completo a Él.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 28 de junio de 2016.

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