Yo, sacerdote y pastor, he estado intentando durante años hacer que la gente vaya a misa y de apoyo a la Iglesia. Algunos de nosotros, sacerdotes, no hemos tenido mucho éxito, porque la mayoría de la gente no va a la Iglesia incluso en domingo y no diezma ni da limosna.

Sin embargo, el Señor nos llama a hacer mucho más de lo poco que estamos tratando de hacer infructuosamente. Él nos llama a amar a la Iglesia, como lo hace Jesús. Debemos sacrificar nuestras vidas por la Iglesia (Ef 5:25) y ser consumidos por el celo de la construcción de la Iglesia (Jn 2:17; Sal 69:10). Cuando estamos fallando en hacer lo mínimo, ¿cómo podemos tener éxito en hacer el máximo?

Durante sus primeros trescientos años de existencia, la Iglesia se componía de pequeñas comunidades basadas en el hogar. Tenemos que restaurar los cimientos históricos de la Iglesia. Necesitamos reconstruir la Iglesia de abajo hacia arriba. Sacrificando nuestras vidas diariamente por los hermanos y hermanas en nuestras pequeñas comunidades, vamos a amarlos a ellos y a la Iglesia, e incendiarnos con celo para construir la Iglesia. Luego, asistir y apoyar a la Iglesia no serán ideales irrealizables, sino solo el principio de amar a Jesús y Su cuerpo y esposa, la Iglesia.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 28 de junio de 2016.

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