dale una oportunidad al señor
"Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía" (Juan 15:2).
En la Sagrada Escritura, el Señor aparece como un granjero bastante inconsistente. Primero recorta todo lo que se ve, tanto los sarmientos que dan fruto como los que no (Jn 15:2). En otra escena agrícola, el Señor no corta nada, e incluso se niega a arrancar la cizaña que estorba al trigo (Mt 13:30). En otra ocasión el Señor permite que una higuera improductiva siga otro año más sin dar fruto, por si, tras un cuidado especial, pueda volver a dar fruto (Lc 13:8ss). Pero por otra parte, maldice una higuera por no tener fruto, y hace que se seque instantáneamente (Mt 21:19). Por último, les permite a unos agricultores arrendatarios, que han descuidado su heredad, que le traten con desprecio durante muchos años. Y en lugar de expulsar a estos agricultores, les permite que maltraten a sus mensajeros e incluso que maten a su hijo (Mt 21:34ss).
La idea principal que hay que entender en estos pasajes bíblicos aparentemente incongruentes es que el Padre es el agricultor que sabe lo que se hace (Jn 15:1). Dios ve las acciones apropiadas en cada situación y lo que mejor le conviene a cada persona. Dios aprovecha el sufrimiento que nos hace sentir "podados" para acercarnos más a Él. En medio de esta dificultad, encontramos su presencia y terminamos reconociendo que, Dios parece que nos trata con más mimo (ver Mt 20:12). En realidad, debemos estar agradecidos de su amor, sea cuando reconocemos su divina providencia o en medio del dolor. Hay momentos en que sentimos que Dios favorece a otros. Es ahí donde tenemos que tener más paciencia y compasión. Dios ha hecho esto en su sabiduría, aunque a nosotros nos parezca injusto. Tenemos que conseguir el objetivo de agradecerle a Dios y alabarle inmediatamente cuando trata a otros con más merced que a nosotros, rezando: "¡Aleluya! ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!" (Sal 136:1ss). "Confíen en Dios constantemente" (Sal 62:9).
Oración: Padre, confiaré en ti con todo mi corazón y no me apoyaré en mi propia inteligencia (Prov 3:5).
Promesa: "El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer" (Jn 15:5).
Alabanza: Juan oyó un llamamiento a ser sacerdote, y lo obedeció.
Referencia: (Esta enseñanza fue presentada por un miembro del equipo editorial).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de abril de 2015
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