Después de haber sido dejado inconsciente, expulsado del pueblo de Listra y dado por muerto, san Pablo regresó a Listra (Hch 14:19-20). Pablo era intrépido, imparable y perseverante. Después de partir, pronto regresó a tranquilizar a los discípulos y animarles a "perseverar en la fe" (Hch 14:22). Pablo tenía credibilidad cuando hablaba de la perseverancia. Tenía cortaduras, heridas y moretones que eran el precio de la perseverancia.

Pablo proclamaba: "pero poco me importa la vida, mientras pueda cumplir mi carrera y la misión que recibí del Señor Jesús" (Hch 20:24). Desde la prisión, Pablo escribió: "Y corro en dirección a la meta, para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús" (Fil 3:14). Cuando habló de su muerte inminente, Pablo afirmó: "He peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe" (2 Tim 4:7).

Pablo y todos los cristianos estaban muy concentrados en perseverar en la fe, sus vocaciones y sus compromisos porque Jesús perseveró cuando Él puso su "mano en el arado" (ver Lc 9:62) y "dirigió su rostro" hacia Jerusalén (Lc 9:51) y hacia el Calvario. Jesús prometió: "aquél que persevere hasta el fin se salvará", se salvará de la segunda muerte de la condenación (Mt 10:22).

Logramos el milagro de la perseverancia no por nuestro poder, sino por el Espíritu Santo, el cual nos confirma para perseverar bajo las peores circunstancias. Ora y sufre en el Espíritu Santo para recibir la gracia de la perseverancia.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de abril de 2015

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