La Navidad es el nacimiento de Jesús. Las fiestas de cumpleaños se caracterizan con gritos y cantos. En el cumpleaños del niño o niña suele haber gritos al abrir los regalos. Luego, por supuesto, todo el mundo canta "feliz cumpleaños". Si Jesús va a disfrutar de una auténtica fiesta de cumpleaños en esta Navidad, debemos darle regalos que le permita salir a dar "gritos de alegría... como en los días de fiesta" (Sof 3:17-18). Los paquetes lindos, un queque y velas no harán que Jesús cante. De hecho, es difícil darle un regalo de cumpleaños o Navidad, porque Él ya tiene todo —con una excepción.

El regalo que da a Dios y a todos en el cielo más alegría que cualquier otra cosa es el arrepentimiento y la conversión (Lc 15:7). Cuando tomamos la viga de nuestro propio ojo y entonces sacamos la paja de los ojos de otros, hacemos que Dios grite y cante (Mt 7:5). Cuando procedemos "sin demora a un pueblo de la montaña" (Lc 1:39) o a las carreteras y caminos (Lc 14:23) y llevamos a la gente a Cristo, esto también exige una canción. Como Él canta, cantamos: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador" (Lc 1:46-47). Entonces tenemos una verdadera fiesta de cumpleaños y una verdadera Navidad.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 24 de augusto de 2015.

El Nihil Obstat establece que no existe impedimento para la publicación de un libro o folleto. No implica acuerdo con contenido, opiniones o afirmaciones expresadas en el mismo.