Muchos de nuestros deseos son contradictorios y destructivos. Por eso, en su misericordia, "la gracia de Dios que es fuente de salvación, se ha manifestado" y nos instruye "a rechazar la impiedad y las concupiscencias del mundo, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad" (Tit 2:11-12). El Señor nos manda: "vivir sobriamente" (1 Pe 1:13), y "no procedan de acuerdo con los malos deseos que tenían antes, mientras vivían en la ignorancia" (1 Pe 1:14). "Para vivir el resto de su vida mortal, no según los deseos humanos, sino según la voluntad de Dios" (1 Pe 4:2). "Es preciso renunciar a la vida que llevaban, despojándose del hombre viejo, que se va corrompiendo por la seducción de la concupiscencia" (Ef 4:22). A menos que nuestros deseos mundanos sean rechazados éstos nos arrebatarán nuestras vidas y provocarán que nuestras vidas se deterioren. Por eso, "los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y malos deseos" (Gál 5:24).

El Padre Al Lauer, fundador y autor por mucho tiempo de Un Pan, Un Cuerpo, dijo cerca del final de su vida: "Entre más digo 'No' a mí mismo, más le digo 'Sí' al Espíritu Santo." Pide al Espíritu dominar los deseos de la carne (Gál 5:17) y que te dé la fortaleza de crucificar la concupiscencia. "Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad" (2 Co 3:17). No te esclavices por tus deseos sino libérate en el Espíritu Santo.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de junio de 2014

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