El faraón, por temor a los hebreos cuyo "pueblo creció cada vez más y se hizo muy poderoso" (Éx 1:20), ordenó matar todo varón recién nacido de los hebreos. En una maravillosa reversión de esta ley brutalmente injusta, Dios, en su misericordia y justicia, llevó a la propia hija del faraón a quebrar la ley de su padre y así comenzar la liberación del pueblo hebreo. La semana pasada leíamos acerca de que Dios produjo una reversión similar en el caso de José. Sus hermanos estaban tratando de matarlo, pero Dios revirtió la fortuna de José para el bien (Rom 8:28; Gn 37-50).

El Señor siempre tiene la ventaja. En cualquier situación de injusticia y depravación, Dios socava el régimen maligno de las maneras más maravillosamente creativas. Además, el mal también se debilita a sí mismo y siembra las semillas de su propia caída. El poder de Dios no tiene límite. Él puede usar a todo, incluso el mal, para producir el bien (Rom 8:28; Gn 50:20). Donde abunda el pecado, la gracia abunda aún más (Rom 5:20).

Vivimos en medio de una generación desleal, perversa y corrupta (Fil 2:15; Mt 11:21ss). Estamos bombardeados por los aparentes triunfos de la injusticia y la impiedad, y así es posible perder esperanza en la poderosa llegada del reino de Dios. "Fija tus ojos en Jesús" (Heb 3:1). Jesús ha vencido el pecado, el mal, la impiedad y la muerte. El Señor sabe lo que está haciendo. Los tiempos difíciles requieren gran fe, y caminamos por fe, no por vista (2 Co 5:7). El rescate de Moisés por la hija del faraón nos enseña que con Dios todo es posible (Mt 19:26).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 12 de diciembre de 2018

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