Los israelitas estaban atrapados en el desierto sin alimento. En Su misericordia, Dios envió un pan celestial, que los israelitas llamaron maná, para alimentar a Su pueblo durante cuarenta años hasta que pudieron comer del producto de la tierra prometida. El maná, explicó Jesús, es un presagio de lo que Dios Padre estaba haciendo por medio de Jesús. Jesús fue enviado desde el cielo para dar vida al mundo (Jn 6:33). Jesús enseñó a los israelitas que Él era el Pan de Vida (Jn 6:35), que el Padre lo envió para alimentar a Su pueblo y así darles vida en este mundo hasta que se unan al banquete eterno en la celestial tierra prometida.

Los israelitas tenían que comer el maná en el desierto o morirse de hambre. Empero, la mayoría de nosotros no nos moriremos de hambre hoy si no recibimos la Eucaristía - o eso creemos. Coloquémonos en medio de los israelitas en el desierto. Jesús afirma sin rodeos que si no comemos el maná celestial, la Eucaristía, no tendremos vida en nosotros (Jn 6:53). Sé tan hambriento de la Eucaristía como si estuvieras muriéndote de hambre en el desierto.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 11 de octubre de 2017.

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