Así como la Iglesia primitiva recibió gracia tras gracia, recibió sufrimiento tras sufrimiento. Las primeras personas que recibieron el Espíritu Santo en Pentecostés fueron falsamente acusadas de estar borrachas (Hch 2:13). Ellos no se detuvieron ante esta injusticia, y tres mil fueron bautizados ese día (Hch 2:41). Después que Pedro y Juan sanaron al hombre nacido cojo, ellos llevaron a miles más a Cristo (Hch 4:4). Entonces la Iglesia sufrió el arresto de Pedro y Juan (Hch 4:3). Después de que fueron puestos en libertad, "los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo" (Hch 5:12). A continuación, todos los apóstoles sufrieron al ser arrestados, amenazados y golpeados (Hch 5:40). A medida que "el número de discípulos aumentaba", hubo un grave desacuerdo entre los cristianos judíos y los cristianos gentiles (Hch 6:1ss). Los primeros diáconos lidiaron con ese problema. Después de esta serie de sufrimientos, el número de los discípulos "aumentaba considerablemente" (Hch 6:7). El siguiente sufrimiento de la Iglesia fue el martirio de Esteban (Hch 7:60).

La visión de Lucas sobre la actitud de la Iglesia hacia todos estos sufrimientos puede ser expresada cuando comentó: "...vieron que el rostro de Esteban parecía el de un ángel" (Hch 6:15). En otras palabras, "la Iglesia entre tanto, gozaba de paz" (Hch 9:31). La primera palabra que el Cristo resucitado dijo y dice es: "Paz" (Mt 28:9; Jn 20:19, 21).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 11 de octubre de 2017.

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