Los judíos no debían relacionarse con los gentiles para que no fueran seducidos y así adorar a los dioses falsos de los mismos. Salomón no le hizo caso a esta prohibición y hasta tuvo esposas gentiles (1 Re 11:4ss). Esto lo llevó a la idolatría, lo que causó guerras y una guerra civil. Salomón demostró lo destructivo que era para los judíos mezclarse con los gentiles.

Jesús hizo un llamado a los cristianos judíos, no solo para mezclarse con los gentiles, sino también convertirse en uno de ellos (ver Ef 3:6; 1 Co 12:13). La sanación y la liberación de la hija de la mujer siro fenicia fue una de las tantas prefiguraciones en la que los judíos y los gentiles serían uno en el cuerpo de Cristo. Ya que la mezcla de los judíos y los gentiles había fallado trágicamente por muchos siglos, Jesús debía ser mejor que Salomón en Su plan de unidad para trabajar (ver Lc 11:31). De hecho, Jesús debía de haber sido Dios para los judíos y gentiles para poder estar unidos a la gloria de Dios y no ser idólatras.

Jesús es Dios. "Porque Cristo es nuestra paz; Él ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba" (Ef 2:14). "Ya no hay judío ni pagano" (Gal 3:28). "Todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús" (Gal 3:28).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 29 de noviembre de 2017.

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