la presentación del señor
María y José ofrecieron "un par de tórtolas o de pichones de paloma" (Lucas 2:24).
Al presentar a sus hijos al Señor, los padres judíos hacían un pequeño sacrificio en lugar de sacrificarlos. Sin embargo, en la Presentación de Jesús, un pequeño sacrificio no reemplazó a un gran sacrificio; más bien, prefiguró el último sacrificio de Jesús en el Calvario. Por lo tanto, la Presentación de Jesús no es un llamado a ser menos sacrificio sino a compartir el sacrificio perfecto de Jesús.
Hoy, estamos llamados a ser como María y abrir nuestros corazones para ser traspasados con una espada de sufrimiento (Lc 2:35). Somos llamados a ser como Ana, "sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones" (Lc 2:37). Debemos ser como las candelas benditas en la Misa de hoy, que simbolizan a Cristo y decidir ser consumidos de la misma manera que Jesús en el sacrifico de la cruz para que Su luz ilumine a todo el mundo.
Hoy es un día de ser crucificado con Cristo (Gal 2:19) y de encontrar nuestro gozo en el sufrimiento (Col 1:24) según el modelo de Su muerte (Fil 3:10). La Presentación ya no está en el Templo sino en la cruz. Amorosamente, preséntate al Señor.
Oración: Señor, en la escuela del amor incondicional, enséñame a sufrir.
Promesa: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido" (Lc 2:29).
Alabanza: ¡Te alabamos, Jesús, la Luz del Mundo! Alabado seas por darnos la luz de la vida (Jn 8:12). ¡Aleluya!
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 29 de noviembre de 2017.
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