Cuando caminamos por los pasos de Jesús (Lc 9:23), caeremos porque Jesús mismo cayó mientras llevaba Su cruz. No podemos permitir que estas caídas erosionen nuestra confianza en nuestro Padre celestial. Al tentar a Jesús, Satanás le dijo a Él que la Escritura prometía que ni siquiera se golpearía Su pie contra una piedra (Mt 4:6; Sal 91:12). Sin embargo, cuando el Señor promete proteger nuestros pies de la caída (Sal 116:8), Él no nos exime de llevar nuestra cruz. Incluso si nuestros pies se deslizan, Jesús nos recoge y paga la factura por nuestra salvación (Lc 10:34-35).

No es fácil seguir confiando en Dios cuando nuestros pies se deslizan y caemos. Podemos preguntarnos: "¿Por qué Dios me dejó caer si Él es un Dios tan amoroso?" En vez de mirar nuestra desgracia o los obstáculos que tenemos frente a nosotros, debemos simplemente mirar los pies de Jesús mientras seguimos Sus pasos. Como María de Betania, nos ponemos a Sus pies (Lc 10:39). Fijamos nuestra mirada en Sus pies hermosos y traspasados por clavos (Is 52:7), besando Sus pies en reverencia y amor (Lc 7:45).

A su vez, Jesús lava nuestros pies (Jn 13:5). Él pone nuestros pies sobre roca y hace firme nuestros pasos (Sal 40:3). Él elimina nuestra vacilación en seguirlo, de modo que nuestro paso es inquebrantable (Sal 18:37). Así que, camina con Jesús y ayuda a poner a Satanás bajo Sus pies (Heb 10:13).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 29 de noviembre de 2017.

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