Muchos cristianos no perdonan a otros porque se equivocan al pensar que ya han perdonado. Este engaño sobre el perdón da lugar a ser entregado a los torturadores (Mt 18:34) y no ser perdonados (Mt 6:12). Por lo tanto, somos condenados si nos engañamos acerca de haber perdonado.

Uno de los mejores indicadores del falso perdón es el enojo. Antes y después de que el escritor del Eclesiástico nos manda a perdonar (Eclo 28:2), nos enseña que "el rencor y la ira son abominables" (Eclo 27:30) y que el enojo nos impide ser sanados (Eclo 28:3, 5). Incluso, ni podemos sentirnos enojados con las personas que nos lastimaron, es más, la ira en cualquier área puede ser una señal de falta de perdón hacia alguien.

Otro signo del falso perdón es no estar muy consciente de la imposibilidad de perdonar de los seres humanos. Es absolutamente cierto el viejo dicho: "errar es humano; perdonar es divino". Nosotros no podemos perdonar; solo Dios puede. Humanamente hablando, hacemos un abrazo de oso a la ira y a la falta de perdón (ver Eclo 27:30). Nunca romperemos este abrazo por nuestro propio poder. Sin embargo, por el poder del Señor, podemos perdonar todo a todos.

Pídale al Espíritu Santo que revele todo falso perdón en tu vida. Pídale al Espíritu que derrame su amor en tu corazón (Rom 5:5) para que tengas Su poder de perdonar.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 15 de mayo de 2017.

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