amado en la vida
"Y Él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para Aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Corintios 5:15).
Jesús murió por nosotros — no solo para nuestro beneficio, sino en lugar nuestro. Una vez aceptemos la gracia para creer esto, el amor de Cristo nos apremia a no vivir más para nosotros sino por Él, Quien murió por nosotros y fue resucitado (2 Co 5:14-15).
Después que la gracia y el amor ha reorientado totalmente nuestras vidas, de ser egocéntricos a ser Cristo céntricos, todo es nuevo (2 Co 5:17). Ya no vemos a Cristo como nuestro servidor sino como nuestro Señor (ver 2 Co 5:16). Las personas ya no son vistas como personas sino como hijos e hijas actuales o potenciales de Dios y como nuestros hermanos y hermanas en Cristo (ver 2 Co 5:16). Así mismo, nuestra autoimagen ya no está nublada por el autoengaño y el egoísmo orgulloso. Somos conscientes que somos creaciones nuevas (2 Co 5:17) que estamos reconciliados con el Padre por medio de Cristo y hechos ministros de la reconciliación (2 Co 5:18).
Somos literalmente como Barrabás en el sentido que fuimos liberados porque Jesús fue clavado a nuestra cruz y ejecutado en lugar nuestro (ver Mt 27:17). Cuando nos damos cuenta de esto, sabemos que nada nos puede separar del amor de Cristo (Rom 8:35) y que Él nos ama de manera superior de la que podamos pedir o imaginar (ver Ef 3:20). Cree que Jesús murió en lugar tuyo y vive una nueva vida de amor.
Oración: Padre, convénceme de que Jesús murió en mi lugar. Corazón Inmaculado de María, para conocer el amor crucificado de tu hijo.
Promesa: "A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por él" (2 Co 5:21).
Alabanza: Aun antes de quedarse viuda, Luisa puso a su Señor primero en su vida. Cuando su esposo murió, Jesús la ayudó a sobrellevar la transición con paz más allá de todo entendimiento (Fil 4:7).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de marzo de 2017.
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