Cuando un bebé nace, puede ser acurrucado, visto, oído, tocado y besado. Celebramos un nacimiento porque después del nacimiento de un bebé podemos entrar en una nueva dimensión de relación personal con ese bebé. Por lo mismo celebramos el nacimiento de Jesús porque Su nacimiento hizo posible que María, José, los pastores, los Reyes Magos y nosotros lleguemos a relacionarnos muy cerca de Él.

Aunque no vivimos en el tiempo cuando pudimos ver, tocar y oír a Jesús físicamente, todavía podemos relacionarnos muy cerca de Jesús. De hecho, podemos llegar a una relación aun mas estrecha que la de estar cerca de Jesús. Por el poder del Espíritu, podemos llegar a estar en Jesús y Él en nosotros (ver Jn 17:23). Podemos incluso tocar el Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad de Jesús en la Sagrada Comunión. Podemos recibir a Jesús y convertirnos en uno con Él (Jn 6:56). Podemos tener una relación personal con Jesús que es tan profunda que nos transformará a nosotros y al mundo entero.

Esta relación con Jesús es tan poderosa que aquellos que viven en Su amor la ven como lo mejor que le ha pasado al mundo o una amenaza a la cultura de la muerte (ver 2 Co 2:15-16). Así, los cristianos son abrazados como los mensajeros de la vida, la esperanza y la luz, o son atacados, perseguidos y a veces matados (ver Hch 7:57ss; Mt 10:17ss).

Ama a Jesús, el Dios-Hombre, y vive la relación que mece el mundo.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 25 de julio de 2017.

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