Los fariseos invitaron a Jesús a cenar un sábado. Entonces pusieron a Jesús en un conflicto poniendo a un hombre obviamente enfermo directamente delante de Él, provocando a Jesús para que sanara en un día de reposo. El enfermo no estaba invitado a la cena. Esto está claramente indicado por la acción de Jesús al enviarlo a casa después de haber sido sanado (Lc 14:4), enviándolo misericordiosamente a su casa para ahorrarle más humillación y aislamiento. Los fariseos manipularon y usaron a este hombre que sufría de hidropesía; Jesús lo sanó y lo liberó.

Jesús entonces sufrió y murió para que los que engañosamente lo atraparon y detuvieron pudieran ser salvos. San Pablo declaró que voluntariamente estaría separado de Cristo por la eternidad si los judíos, los que lo atormentaron durante tantos años, pudieran ser salvos (Romanos 9:3). Los líderes judíos atraparon a Pablo, lo acusaron falsamente y trataron de destrozarlo (ver Hch 23:10). Sin embargo, Pablo incluso desearía estar separado de Cristo para siempre para que pudieran ser salvos.

Esta es la mente de Cristo: morir por los enemigos (Mt 5:44ss), dar sus vidas por ellos (Rom 5:8). Incluso cuando sus enemigos conspiran contra ustedes, sean como Jesús. Piensen solo en cuánto desean que se salven. Estén dispuestos a sufrir por amor a los enemigos pecadores.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 10 de mayo de 2017.

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