Moisés pronunció el versículo anterior cuando los israelitas en el desierto se preparaban para emprender una nueva etapa de su viaje con el Arca de la Alianza. Cuando la jornada de ese día terminaba, Moisés oraba así: "¡Descansa, Señor, entre los diez mil millares de Israel!" (Nm 10:36) De esta manera, Dios condujo a los israelitas a través de una nube de fuego en su viaje. La ayuda de Dios en la época del Éxodo es el modelo de toda futura ayuda divina.

Como Moisés lo hizo, la Iglesia ora también por la mañana y por la tarde en el Oficio Divino. Esta oración denota que, cuando Dios llamó a su pueblo para una misión, vamos a confiar en que el Señor va delante de nosotros en la dirección que nos llama. Confiamos en que estará especialmente presente durante todo el día, apartando a Sus enemigos (y los nuestros) como murallas de agua a cada lado, de tal manera que podamos caminar a través de las zona de peligro de la misión sobre terreno seco tal y como lo hicieron los israelitas a través del Mar Rojo (Ex 14:21ss).

Enfrentamos a muchos enemigos para difundir el Evangelio y liberar a la gente en Jesús. El Señor enfrentó a enemigos cuando sanó a la mujer encorvada (Lc 13:14ss). Los enemigos de Jesús fueron humillados y "llenados de confusión" (Lc 13:17). Como Moisés, clama al Señor diariamente por la mañana al empezar Su trabajo y por la tarde al terminar. Él te allanará tu sendero (ver Lc 3:4; Is 40:3).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 10 de mayo de 2017.

El Nihil Obstat establece que no existe impedimento para la publicación de un libro o folleto. No implica acuerdo con contenido, opiniones o afirmaciones expresadas en el mismo.