Una de las decisiones más críticas de la vida es el de hacer lo que no entendemos, simplemente porque Dios lo dice. Esto es caminar por fe, y no por lo que se ve (2 Co 5:7). De esta manera, dejamos que el Señor nos levante por encima de nuestras limitaciones humanas. Los niños que se niegan a hacer algo sólo porque sus padres les dicen que lo hagan se menoscaban seriamente. Es lo mismo con nosotros que somos hijos de Dios. No sabemos todo lo que necesitamos saber. No conocemos el futuro. No podemos leer la mente de las personas. Incluso no nos podemos conocer bien a nosotros mismos. Estamos condenados a ser cautivos de nuestras limitaciones humanas a menos que tengamos la fe para obedecer al omnisciente, omnipotente y amoroso Dios.

La gente verdaderamente grande de la historia obedeció a Dios aun cuando no lo entendían. Noé no podía entender por qué Dios quería que construyera un arca. Moisés no veía cómo él podría liberar a su nación de la esclavitud. Isaías no entendía por qué él debía profetizar a una nación que Dios mismo sabía no le escucharía (Is 6:8-10). Ananías no pensaba que fuera buena idea visitar a Saúl, quien estaba en la ciudad para arrestar a los cristianos (Hch 9:13ss). José no vio por qué él debía abstenerse de divorciarse de María (Mt 1:19). María no entendía cómo ella podría seguir siendo Virgen y concebir a Jesús. No confíes en tu propio entendimiento (Prov 3:5). Obedece a Dios.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 10 de noviembre de 2015.

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