Mucha gente esperaba que Juan el Bautista sería el Mesías (Lc 3:15). Sus expectativas por un Mesías eran demasiado pequeñas porque Jesús, "que es más poderoso" que Juan, es el Mesías (Lc 3:16).

Pedro había visto a Dios trabajar a través de él para levantar a Tabitá de entre los muertos (Hch 9:40). Bajo estas circunstancias, el esperaba que su primera visita a la casa de un gentil sería importante. Empero, Dios superó sus expectativas derramando el Espíritu Santo sobre el gentil, Cornelio y sobre todo su hogar (Hch 10:45).

Hoy, en este último día de la temporada Navideña, debemos tener grandes expectativas. El Señor de seguro nos amará de manera maravillosa. Sin embargo, no importa cuán grandes sean nuestras expectativas, siempre serán demasiado pequeñas porque estas jamás podrán alcanzar al amor infinito de Dios para con nosotros.

Porque el Señor hará sin medida más de lo que jamás podríamos pedir o imaginar (Ef 3:20), puede suceder que no entendamos lo que Él está haciendo. Empero debemos tener fe en sus promesas. Tenemos que esperar que el Señor establezca "el derecho en la tierra" (Is 42:4), "abrir los ojos a los ciegos" (Is 42:7), "hacer salir de la prisión a los cautivos" (Is 42:7), curar a todos que habían caído "en poder del demonio" (Hch 10:38), nos bautizará "en el Espíritu Santo y en el fuego" (Lc 3:16) y mucho más.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 24 de augusto de 2015.

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