Las lecturas de hoy hablan de una conciencia creciente del pecado. El resultado del pecado eventualmente nos dejará "totalmente abatidos" (Sal 79:8). Las naciones y las personas que se rebelan contra Dios (ver Dn 9:9) con el tiempo recogerán los frutos del pecado, es decir, desastre y muerte (ver Rom 6:23). La misma medida con que juzgan los rebeldes así serán juzgados cuando llegue su hora, como dice Jesús (Lc 6:38).

En la cultura secular, en el momento en que denunciamos el pecado y la inmoralidad se nos dice que eso es un acto de "odio". Sin embargo, no es amor permitir (o incluso alentar) que una persona se precipite a toda velocidad hacia su propia destrucción. La cultura secular considera la permisividad como algo bueno. Querer vivir guiado por las normas morales se considera intolerancia.

El verdadero seguidor de Jesús es indiferente a una oveja perdida que vaga directamente hacia el peligro del pecado; más bien comparte la protección amorosa del Buen Pastor. En cierto modo, la tolerancia se torna en indiferencia, lo cual es lo contrario de la compasión. La compasión ama al pecador pero no al pecado. La compasión no juzga la motivación del pecador pero no ignora los efectos del pecado. La compasión sale al encuentro de la oveja perdida y da testimonio del Camino que puede liberar a la oveja de las consecuencias de su rebelión.

Discípulos de Cristo "sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso" (Lc 6:36).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 25 de agosto de 2014

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