escuchando sus mensajes
"Éste es mi Hijo muy querido, escúchenlo" (Marcos 9:7).
El Señor es la persona más importante del mundo a quien debemos escuchar, y lo más importante que Él dice es: "El que quiera venir detrás de mí que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga" (Mc 8:34). Sin embargo, aunque el mensaje de la cruz es el poder y la sabiduría de Dios (1 Co 1:24), nosotros, como los apóstoles, encontramos este mensaje el más difícil de escuchar.
Por lo que Jesús llevó a tres apóstoles "a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos" (Mc 9:2). Una explosión de luz salió del cuerpo transfigurado de Jesús. Moisés y Elías, que habían fallecido desde hacía varios siglos, aparecieron (Mc 9:4). A continuación, una nube los cubrió con su sombra (Mc 9:7). Desde la nube, la voz de Dios Padre anunció: "Éste es mi Hijo muy querido, escúchenlo" (Mc 9:7). La deslumbrante luz, el regreso de Moisés y Elías de los muertos, la nube y la voz eran parte de un drama que enfáticamente proclamaba la necesidad de escuchar a Jesús.
Después de la Transfiguración, Jesús habló de nuevo a sus apóstoles acerca de la cruz. Los apóstoles todavía no entendían (Mc 9:31-32). Finalmente, recibirían el Espíritu Santo en Pentecostés. Entonces entendieron a Jesús y cargaron con su cruz de cada día.
Debemos escuchar a Jesús. De lo contrario, vamos a desperdiciar el día de hoy. Debemos escuchar a Jesús, o no seremos capaces de renovar nuestras promesas bautismales durante la Vigilia Pascual, o en la Misa del Domingo de Pascua. Debemos escuchar a Jesús, o echaremos a perder nuestra vida ahora… y para siempre. "Escúchenlo" (Mc 9:7). ¡Ven, Espíritu Santo!
Oración: Padre, te escucharé, cuando me digas que escuche a Jesús.
Promesa: "El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con Él toda clase de favores?" (Rom 8:32).
Alabanza: ¡Alabemos y honremos a Jesús, crucificado, resucitado y glorificado!
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 25 de agosto de 2014
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