iglesia que es una, santa, católica y apostólica
"Donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos" (Mateo 18:20).
Durante la historia de la Iglesia, han surgido divisiones. Por ejemplo, vemos la que aún perdura hoy entre en ortodoxos y católicos. Posteriormente los protestantes abandonaron la iglesia católica hace unos quinientos años. Poco después, los protestantes, a su vez, se dividieron en muchísimas denominaciones y otras muchas más adelante. Hemos vivido demasiado tiempo en una trágica división entre cristianos, dentro del cuerpo quebrantado de Cristo. Ninguno de nosotros ha tenido la oportunidad de ver la deseada unidad de los cristianos.
Tal vez hemos aceptado esta falta de unidad; por lo que nos resulta difícil entender la oración de Jesús como sumo sacerdote para que seamos uno, al igual que Él y el Padre son uno (Jn 17:21). Él nos llama a "conservar la unidad del Espíritu"; a restaurar la unidad perdida (Ef 4:3). Es necesario dejar nuestra ofrenda ante el altar e ir a reconciliarnos con nuestros hermanos (Mt 5:23ss). Nos toca corregir a los que nos han tratado injustamente y aceptar la corrección de quienes hemos tratado injustamente (ver Mt 18:15). Además, debemos trabajar por la paz (Mt 5:9), ser ministros de reconciliación (2 Co 5:18) y testigos (Mt 18:16) que ayuden a resolver desacuerdos. A veces, será necesario invitar a nuestros ministros a fomentar la unidad en las situaciones problemáticas (Mt 18:17). Aunque parezca severo, la Iglesia tiene el deber de hacer saber a quienes se han separado que, en efecto, se han excomulgado a sí mismos (Mt 18:17). La decisión tiene, entre otros, el fin de que la persona recapacite y regrese a la comunión con la Iglesia.
Esto podría parecer extremo, pero tengamos en cuenta el deseo expresado por Jesús en cuanto a la unidad de la Iglesia frente a la gran desunión que reina entre cristianos.
Oración: Padre, que yo esté dispuesto a rezar cada día e incluso entregar la vida para reunificar a los cristianos (véase la encíclica del Papa Juan Pablo II, Que sean uno, 102).
Promesa: "Desde la salida del sol hasta su ocaso, sea alabado el nombre del Señor" (Sal 113:3).
Alabanza: Los santos Ponciano e Hipólito perdonaron a sus enemigos más encarnizados – el uno al otro.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 23 de abril de 2014
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