el fruto eterno del amor
"Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes" (Juan 15:9).
"Dios es amor" (Jn 4:16). Las personas de la Santísima Trinidad se aman unas a otras eternamente, y el fruto eterno del amor es el Espíritu Santo. Por el contrario, el Espíritu Santo no sólo produce frutos (Gal 5:22) sino que es Él mismo fruto del amor del Padre y del Hijo.
Al recibir el Espíritu Santo, recibimos el poder de Dios para obedecer el primer mandamiento dado al género humano: "Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla" (Gn 1:28). En el Espíritu, encontramos abundancia (Jn 15:5), fruto abundante (Jn 15:16).
Sin embargo vivimos en una sociedad contraceptiva y abortiva. Como el papa Juan Pablo II nos enseñó: estamos rodeados por la "cultura de la muerte". Estas dos son verdades físicas y espirituales. Por ejemplo, hay muchos cristianos tibios que no toman en serio el llamado a evangelizar; sin importar si las circunstancias son ideales. Esto es más común cuando ellos se dan cuenta que se requiere morir a sí mismo para poder dar fruto (ver Jn 12:24).
Al aproximarse Pentecostés, debemos decidir si queremos el Espíritu Santo, el fruto del amor del Padre y del Hijo, o si continuaremos sumergidos en la "cultura de la muerte." "Elige vida" (Dt 30:19), vida en el Espíritu.
Oración: Padre, Yo escojo la vida, el amor, la fecundidad y morir a mí mismo.
Promesa: "Él levanta del polvo al desvalido; alza al pobre de su miseria" (Sal 113:7).
Alabanza: San Matías realizó grandes signos y maravillas entre la gente de Jerusalén. Como resultado, "aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres" (Hch 5:12-14).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 18 de diciembre de 2013
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