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"La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" (Juan 1:14).
En Navidad, no sólo celebramos que Dios vino a la Tierra, pero que además se hizo un ser humano. Él salió del vientre de María al mundo exterior. Así nos demostró que desea relacionarse con nosotros de manera personal. Como una persona humana, Jesús fue sujetado, besado, tocado, visto y escuchado. También fue golpeado, herido, rechazado y crucificado. Él cambió el vientre de María por un mundo exterior es peligroso. Ésa es la razón por la que celebramos un nacimiento. Se ha producido una transición peligrosa sin ningún problema serio, aunque el peligro de vivir en un mundo caído aún permanece.
Por el poder del Espíritu Santo, aún podemos relacionarnos con Jesús de una manera personal. Podemos ser como María, José, los pastores, los magos, Simeón y Ana. Podemos demostrar nuestro amor a Jesús ―de persona a Persona. Por el contrario, podemos ser como Herodes, rechazando a Jesús y rehusando construir un aposento para Él en nuestras vidas y nuestros corazones (ver Lc 2:7). La Navidad nos recuerda que Jesús está a disposición de nosotros sobre la base de persona a Persona.
En este primer día de la época navideña, obedece el primer mandamiento. Ama al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas (Lc 10:27).
Oración: Jesús, en este Día de Navidad, decido amarte completa, incondicional y eternamente por Tu gracia.
Promesa: "De Su plenitud, todos hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia" (Jn 1:16).
Alabanza: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra, paz a los hombres amados por Él" (Lc 2:14).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 14 de agosto de 2014
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