En el 2001, san Juan Pablo II proclamaba y profetizaba que el llamado del Señor a la Iglesia de hoy es: "…navega mar adentro" (ver Lc 5:4). Muchos ya han prestado atención a ese llamado y desde entonces sirven al Señor en "lo más profundo". Pero están cansados y queda un largo camino por recorrer. Jesús ya había previsto planes para animarles en esos momentos:

1. Jesús siempre te acompaña (Mt 1:23; 28:20). Entrégate a Él. "Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré" (Mt 11:28).

2. Recibe al Jesús eucarístico en la Misa diaria. Su Presencia Real en la Eucaristía es Su Presencia "por excelencia" (Encíclica de la Eucaristía 11, san Juan Pablo II).

3. Jesús nos reconforta a través de otros (ver 1 Co 16:18; File 7; 2 Tim 1:16).

4. El amor de Dios es tan grande que Él envió su palabra viva, en la persona de su Hijo Jesús, para fortalecernos. Su Palabra es alimento (ver Mt 4:4; Dt 8:3) que nos sostiene (Heb 1:3) y ayuda a crecer (Hch 20:32). "Tal es la fuerza y el poder de la Palabra de Dios que puede ser soporte y energía para la Iglesia y para los niños de la Iglesia, resistencia en la fe, alimento para el alma y pureza y fuente inagotable de vida espiritual" (Catecismo, 131).

Sigue trabajando en alta mar y permite que Jesús te reconforte. Algunos discípulos veteranos con gran necesidad de ayuda han optado por cerrar estoicamente sus corazones para sobrevivir. No es una buena técnica de supervivencia rechazar el consuelo que Jesús ofrece. A diario, mantengan sus corazones abiertos, dóciles y reconfortados. Quizás este sea tu "tiempo de consuelo" (Hch 3:20) en la batalla.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de junio de 2014

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