Dios "se opone a los orgullosos y da su ayuda a los humildes." (1ª Pedro 5:5; Proverbios 3:34). Dios el Padre nos ama tanto que Él nos dio a su Hijo, Jesús, para morir en la cruz y darnos la oportunidad a una vida nueva (Cf Jn 3:16). El Señor quiere inundarnos con Su amor y sus bendiciones (Dt 28:2). Sin embargo, si somos arrogantes, no podremos entender o usar los dones de Dios. Los usaremos para ensalzarnos nosotros mismos en lugar de ensalzar al Señor. Esto sería dañino para nosotros. Por lo tanto, el Señor en Su amor es duro con el arrogante y los humilla por su propio bien.

El Señor quiere acogernos y llenarnos con Su amor, pero no quiere "malcriarnos" en nuestra arrogancia. Depende de nosotros el humillarnos y dejar que el Señor nos ensalce en Su amor. De otra manera, el Señor buscará la forma de humillarnos. Por lo tanto, seamos humildes mediante el arrepentimiento, el perdón, confesándonos, sacrificándonos, sirviendo, aceptando nuestros errores, escogiendo un modo de vida más simple, aceptando la persecución, amando a nuestros enemigos, obedeciendo a aquellos en autoridad, ofreciendo nuestro sufrimiento, dejando nuestros planes, dándole todo al Señor, etc. Así podrás decir: "Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí" (Gal 2:19-20). Él te ensalzará.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 27 de septiembre de 2012

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