Recientemente me encontré a una mujer que regresaba a los Estados Unidos de América luego de servir veinte años como misionera en el extranjero. Estaba muy impresionada con los cambios en la cultura Americana durante su ausencia. Asuntos que nunca se mencionaban en una conversación decente ahora se hablaban públicamente en revistas, películas y en programas de televisión. Los candidatos políticos, que nunca habrían sido considerados dignos de una nominación cuando ella se fue, ahora eran elegidos sin dificultad. Estaba consternada ante la ausencia del sentido de pecado y arrepentimiento.

Daniel era un santo y justo judío, observante intachable de los preceptos del Señor (Dan 1:8; 6:11). Aunque su pueblo judío estaba exiliado "por causa de su traición" a Dios (Dan 9:7). Daniel humildemente reconoció su parte, aunque pequeña, en los pecados de su nación y estaba arrepentido (Dan 9:7,8) de los pecados que su nación y su pueblo habían cometido contra el Señor.

Hoy día mucha gente está avergonzada de Jesús (Mc 8:38) y Su evangelio (Rom 1:16). Jesús declara sin rodeos: "Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles" (Mc 8:38).

¡Arrepiéntete! Siente vergüenza por los pecados y la maldad. Hay que arrepentirse de sentir vergüenza de Jesús. Como Daniel, ora y pide perdón para ti, tu nación y su gente.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 27 de septiembre de 2012

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