la revolución del amor
"Lo que hemos visto y oído, se lo anunciamos también a ustedes, para que vivan en comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (1 Juan 1:3).
Dios se hizo hombre; la gente podía escucharle, verle y tocarle. No era difícil ver que era un ser humano. Una vez Jesús sube físicamente al cielo, tenemos la posibilidad de una relación más íntima y personal, gracias al Espíritu Santo, a la Iglesia y sobre todo a través de la Eucaristía.
Cuando comenzamos a comprender y experimentar "cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad" del amor de Cristo (Ef 3:18); este se convierte en nuestra vida (1 Jn 1:1; Sal 63:4). Su amor nos obliga (2 Cor 5:14) a anunciar la buena noticia de Jesús (1 Cor 9:16). Nos envía a que hagamos "que todos los pueblos sean mis discípulos" (Mt 28:19). Su amor nos lleva incluso a dar la vida por Él y por cada uno de los demás (Jn 15:13; 1 Jn 3:16). Este amor nos permite convertimos en otra María al pie de la cruz, María Magdalena en la tumba de Jesús, o Juan el día de Pentecostés. Dios es amor encarnado que ha cambiado nuestra vida y se la convertido en nuestra vida.
¿Estás listo para celebrar una Navidad que inicie una revolución de amor en tu vida? El amor recibido puede transformase en evangelización, reconciliación, servicio, discipulado, Calvario, Pentecostés y cielo. ¿Estás listo para amar de verdad y una verdadera Navidad?
Oración: Padre, quiero recibir tu amor como nunca antes.
Promesa: "Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó" (Jn 20:8).
Alabanza: San Juan era el único apóstol que estuvo al pie de la cruz de Jesús (Jn 19:26).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 19 de julio de 2013
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