A nuestra sociedad Americana le encantan los lugares de honor. Tenemos cuadro de honor, radio, entrevistas de televisión, Hall de la fama, sesiones de autógrafos, banquetes de premios, y numerosas maneras de honrar a otros. Si bien es cierto que el Señor nos llama a honrar a nuestros padres (Dt 5:16, Sir 3:2ff) y a todas las personas (1 Pt 2:17), si es firme en que no busquemos honor para nosotros mismo.

"Que te alabe el extraño, y no tu boca; el forastero, y no tus labios." (pr 27:2) "El crisol es para la plata y el horno para el oro, y al hombre se le prueba por la alabanza que recibe". (Pr 27:21) Recibir alabanzas puede ser peligroso a nuestra alma eterna en el sentido que puede llevarnos al orgullo, el más grande pecado entre los pecados capitales. Sin embargo, si debemos vivir vidas dignas de alabanzas en lugares públicos (Mt 5:16). ¿Cómo pues, nos comportamos en esta riesgosa situación?

Debemos siempre buscar la humildad (Mt 23:12). Luego Jesús nos exalta, entonces debemos hacernos aun mas humildes, lo que lleva a mas exaltación. Entonces, así como Juan el Bautista, estamos constantemente buscando disminuir para que Jesús pueda incrementar (Jn 3:30). Si Dios luego decide honrarnos con una corona de gloria, nosotros agradecidamente la recibimos y la pasamos a nuestro Dios (Rv 4;10). Por ente, nuestra único afán por lugares de honor sería porque Jesús toma mas gloria (2 Co 9:13).

Rescripto:  †Muy Reverendo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 22 de junio de 2012

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