¡o madre del verbo encarnado!
¡Todo mi ser proclama la grandeza del Señor! (Lucas 1,46).
La mayoría de los estudiosos bíblicos consideran que María era una adolecente cuando ella pronunció su Magnificat (Lc 1,46-55). La tradición católica sostiene que María fue presentada en el Templo a una edad temprana y dirigida por los guardianes sagrados aprendió las Escrituras. La fiesta de la Presentación de María el 21 de noviembre, la fiesta patronal de los Ministerios de la Presentación, preserva y celebra esta tradición.
María escuchó la palabra de Dios y la conservaba en su corazón, es decir, la obedeció (Lc 8,21). De la misma manera, María concibió al Verbo de Dios (Jn 1,1 y 14) en su vientre y lo guardaba en su corazón, es decir, custodiando a Jesús. María "conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón" (Lc 2,19).
El Magnificat de María fluía del centro de su ser (Lc 1,46). Llevar la Palabra de Dios en su seno, también implicó llevarla en su corazón y alma; por eso pudo exclamar esas palabras del Magnificat. A pesar de ser una adolescente, se había pasado toda la vida meditando la Palabra de Dios, y por eso habla de la abundancia de su corazón (Lc 6,45), y de lo que había en su corazón: la Palabra de Dios.
Estos últimos días del Adviento, nos dedicamos a meditar las Escrituras. Igual como lo hizo María, nos preparamos para la Navidad: la venida de Jesús que es la Palabra de Dios. Devorar la Palabra de Dios (Jer 15,16) y prepararnos para encontrarnos con la Palabra encarnada en esta Navidad.
Oración: Padre, que pueda desear tu Palabra más que cualquier regalo de Navidad (Cfr. Sal 119,72).
Promesa: "Su misericordia es de generación en generación sobre los que Le temen" (Lc 1,50).
Alabanza: ¡Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo: ven y salva al hombre, que formaste del barro de la tierra! (Antífona de Adviento).
Referencia: (Esta enseñanza fue presentada por un miembro de nuestro equipo de editores.)