Jesús ministró en el templo y la sinagoga, en la montaña y en el lago, en las calles y en el desierto. Sin embargo, no eligió ninguno de estos lugares para ser la base de la evangelización mundial. El lugar elegido para el ministerio de Jesucristo fue, es y siempre será, el hogar.

El hogar está en el plan de salvación de Dios. El gran edificio de la iglesia existe para servir a la iglesia doméstica y no al revés. El hogar tiene prioridad. Las diócesis, las instituciones educativas y los ministerios internacionales son estructuras válidas solo en la medida en que sirven a la iglesia doméstica.

Durante los primeros trescientos años de cristianismo, cada iglesia estaba en un hogar. El Señor quería establecer un cristianismo centrado en el hogar. En la medida en que recordemos nuestras raíces en la iglesia doméstica, veremos el cumplimiento de las promesas bíblicas del Señor y el evangelismo mundial. Si olvidamos nuestras raíces y nuestros hogares, seguramente fallaremos.

Como el hogar es la estructura básica y el tejido mismo de la vida cristiana, el cristianismo es tan fuerte como sus hogares. Debemos restaurar el hogar como el centro de la vida cristiana. Busca la guía del Espíritu, toma medidas radicales, haz los sacrificios necesarios para que tu hogar sea un hogar de la iglesia. Es tan importante.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 12 de diciembre de 2018

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