Durante el Adviento, abrimos nuestros corazones para estar listos para recibir a Jesús. Nos hicimos cada vez más cercanos a Él. Después del nacimiento de Jesús que cambió el mundo, definió el calendario y cambió el cosmos, acudimos en masa a la Iglesia para recibir a Jesús de una manera más profunda en Navidad. Ahora es más de una semana después de Navidad. Numerosas personas están empacando los adornos y desarmando el árbol de Navidad, a pesar de que la temporada de Navidad todavía tiene otra semana litúrgicamente. La primera lectura de hoy de 1 Juan nos desafía a "permanecer en" Jesús (1 Jn 2:27) en lugar de empacarlo hasta el próximo Adviento.

La peor condición posible para un ser humano es no permanecer en Jesús después de haberlo recibido verdaderamente. "Si alguien se aleja de los vicios del mundo, por medio del conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, y después se deja enredar y dominar de nuevo por esos vicios, su estado final llega a ser peor que el primero. Más le hubiera valido no conocer el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, apartarse del santo mandamiento que le fue transmitido" (2 Pe 2:20-21).

La Escritura nos revela que es posible perder nuestra fe y "apartarse de [nuestra] sinceridad debida a Cristo" (2 Co 11:3). Por lo tanto, rueguen al Señor por la gracia para que siempre "permanezcan en Él" (1 Jn 2:28). En esta última semana de la temporada navideña, no descartes a Jesús junto con el papel de regalo. Adoradle con los sabios y sabias de todas las épocas (ver Mt 2:11). "Permanezcan fieles a lo que oyeron desde el principio: de esa manera, permanecerán también en el Hijo y en el Padre" (1 Jn 2:24).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 1 de junio de 2018

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