El octavo capítulo del Evangelio de san Lucas, que hemos estado leyendo durante la última semana, nos enseña acerca de la autoridad y el poder de la Palabra de Dios. La parábola del sembrador (Lc 8:4-15) enseña que la Palabra de Dios llevará a una cosecha abundante en un corazón abierto que se somete a su autoridad y recibe su poder. Aquellos que se dedican a estudiar las Escrituras reciben de la Palabra de Dios el poder que cambia y si obedecen la Palabra recibirán cada vez más poder (Lc 8:18). Incluso serán recibidos como miembros de la familia de Dios (Lc 8:21). La Palabra de Dios tiene autoridad sobre las fuerzas de la naturaleza (Lc 8:24-25), el mal (Lc 8:32ss), la enfermedad (Lc 8:43-48), e incluso la muerte (Lc 8:54-55).

Por lo tanto, puesto que la Palabra de Dios tiene tal autoridad y tal poder asombroso, debemos "escuchar la palabra de Dios y practicarla" (Lc 8:21). Debemos "caminar en la ley del Señor" (Sal 119:1), abrazar la Palabra (Sal 119:31), y hacer de la Palabra de Dios nuestro gozo y nuestra felicidad (Jer 15:16).

Dios dio a Jesús, la Palabra Viviente (Heb 4:12), "todo poder... en el cielo y en la tierra" (Mt 28:18). Cada día, hagan su hogar en la Palabra de Dios (Jn 8:31) y vivan bajo su autoridad y poder.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 19 de enero de 2018

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