¿buscas placer o buscas tesoro?
"O bien, piden y no reciben, porque piden mal, con el único fin de satisfacer sus pasiones" (Santiago 4:3).
La historia humana proporciona un amplio testimonio sobre los efectos de la búsqueda del placer. Un placer nunca es suficiente. La gente siempre quiere el siguiente placer, seguido por otro. Las empresas prosperan avivando los deseos que buscan el placer de las masas de consumidores. Abandonados a nuestros deseos, nos hacemos esclavos de la búsqueda de placer, siervos de los bajos deseos de nuestro cuerpo mortal (ver Rom 6:12).
Te reto a pasar los próximos diez segundos mirando un crucifijo. Al contemplar el cuerpo crucificado de Jesús, pregúntate: "¿Qué tal si Jesús hubiese optado por perseguir el placer terrenal tanto como yo?" ¿Qué tal si Él hubiese elegido no sufrir ni morir por mí?
Entonces, ¡ruégale! a Jesús que rompa las cadenas de tus deseos carnales. "Ya has vivido bastante tiempo" en tus placeres (1 Pe 4:3). Ahora dedica el resto de tu tiempo en la tierra a buscar el placer de Dios. Por medio de la Cruz, sé crucificado para el mundo (Gal 6:14). Cuando estás crucificado a tus propios deseos, entonces estás lo suficientemente vacío para recibir los deseos de Dios. Entonces estás listo para recibir la vida abundante de Dios, la alegría, la paz, el amor, y los dones del Espíritu. Arrepiéntete de seguir tus deseos. Busca el placer duradero de Dios en vez de los placeres transitorios de este mundo.
Oración: Padre, mándame el Espíritu Santo para luchar contra mi carne (Gal 5:17). Limpia mi corazón (Jn 2:15) de deseos inútiles.
Promesa: "Condenémoslo a una muerte infame, ya que él asegura que Dios lo visitará" (Sab 2:20).
Alabanza: Alabado sea Jesús, Señor resucitado, Quien "puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos" (Heb 7:25).
Referencia: (Esta enseñanza fue presentada por un miembro del equipo editorial
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 19 de enero de 2018
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