Cuando Jesús venga en gloria en el Día del Juicio, Él nos juzgará si le alimentamos a Él dando de comer a los más pequeños de nuestros hermanos y hermanas (Mt 25:35, 42). Jesús está tan preocupado por alimentarnos que, cuando Pedro le dijo a Jesús que lo amaba, Jesús dijo: "Apacienta mis corderos" y "apacienta mis ovejas" (Jn 21:15,17). Para alimentarnos, Jesús fue hasta el inimaginable extremo de hacerse a Sí Mismo el Pan de Vida (Jn 6:35) y alimentarnos con Su propio cuerpo y sangre (Jn 6:55).

Por lo tanto, debemos:

• ser los mejores administradores posibles en el diezmo y dar limosna para alimentar a aquellos que se mueren físicamente de hambre,
• ser nutridos diariamente por las enseñanzas de la Iglesia, especialmente en la Biblia y por la Eucaristía,
• invitar a los demás a ser nutridos espiritualmente a diario por la Palabra de Dios y la Eucaristía y
• orar por los cristianos que podrían ser atrapados por la cultura de la muerte o que están sufriendo por alguna forma de anorexia espiritual.

Jesús murió para alimentar a Sus ovejas. Debemos recibirlo, ser como Él y morir con Él para alimentar a las ovejas. Cuando Jesús regrese, querrá decir a cada uno de nosotros: "Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer" (Mt 25, 34-35).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 29 de noviembre de 2017.

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