la adicción a sí mismo
"Después (Jesús) dijo a todos: 'El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga' " (Lucas 9:23).
Debido a nuestra naturaleza humana caída, somos adictos a nosotros mismos. Por naturaleza, constantemente pensamos en nosotros mismos y estamos tan lejos de contacto con la realidad que automáticamente pensamos en nosotros mismos como el centro del universo.
Para liberarnos de nuestra adicción al yo, Dios se hizo hombre. Él no era adicto a Su Ser. Él mismo se anonadó (Fil 2:7) y murió en la cruz por nosotros. De esta manera, Él rompió el hechizo del yo sobre la raza humana.
Cuando somos bautizados en Jesús y en Su muerte y resurrección (ver Rom 6:3), recibimos una nueva naturaleza, libre de la adicción a sí mismo. Cuando pecamos y no vivimos nuestros Bautismos, "nos caemos del carro" y volvemos a nuestro "sí mismo". Cuando nos arrepentimos y renovamos nuestros Bautismos, estamos libres nuevamente de nuestra adicción a nosotros mismos.
En la Cuaresma, nos preparamos para renovar nuestras promesas bautismales en la Vigilia Pascual o en la Misa del Domingo de Pascua. Así, la Cuaresma es un tiempo de negarnos a nosotros mismos e incluso morir a nosotros mismos (ver Jn 12:24). Entonces podemos amarnos a nosotros mismos y no ser dominados por nuestra adicción.
Oración: Padre, envía al Espíritu Santo para liberarme del sutil odio de la adicción a mí mismo. Libérame para amarme a mí mismo y a mi prójimo (ver Mt 22:39).
Promesa: "Yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida" (Dt 30:19).
Alabanza: Margarita aumentó la frecuencia de sus confesiones y así aumentó su fe.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 29 de noviembre de 2017.
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