Para ser un cristiano, es decir, un discípulo de Jesús, debemos poner nuestra relación con Jesús en una categoría única. En sentido figurado, nuestras relaciones con aquellos a quienes más amamos son como el odio en comparación con nuestro amor por Jesús (ver Lc 14:26).

Para ser discípulos de Jesús, debemos cargar nuestras cruces diariamente (Lc 14:27; 9:23). Esto significa renunciar a nosotros mismos y perder nuestras vidas (Lc 9:23-24) porque decidimos depender totalmente de Jesús y no de nosotros mismos (ver Jn 15:5).

Para ser discípulos de Jesús, debemos renunciar a todas nuestras posesiones (Lc 14:33). No poseemos nada; el Señor es dueño de todo, incluyéndonos a nosotros mismos. Todavía podemos parecer dueños de cosas, en lo que respecta al mundo. Sin embargo, en realidad solamente estamos administrando las posesiones de Jesús. Nosotros como Sus discípulos somos Sus esclavos (ver Col 3:24).

Ser discípulos de Jesús significa amarlo con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas y con todo nuestro espíritu (Lc 10:27). Cuando le damos a Jesús algo menos que todo, nuestras vidas se convierten en una burla (ver Lc 14:29). Jesús dio todo por cada uno de nosotros. Da todo para ser Su discípulo.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de mayo de 2018

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