estrado de los testigos
"Saldrá un fuego de su boca que consumirá a sus enemigos" (Apocalipsis 11:5).
Como miembros de la Iglesia, somos olivos (Ap 11: 4), es decir, somos ungidos por el Espíritu Santo. Porque somos olivos, somos candelabros (Ap 11:4). Nosotros somos la luz del mundo (Mt 5:14). Porque somos la luz del mundo y porque quienes practican el mal odian la luz (Jn 3:20), somos testigos, es decir, mártires. Porque somos testigos, "un soplo de vida de Dios" (Ap 11:11) nos llegará, y subiremos al cielo de entre los muertos.
A la mayoría de la gente le gusta el comienzo y el final de esta serie. Todos quieren el poder que acompaña al ser ungidos. Todos quieren resucitar victoriosamente de entre los muertos. Sin embargo, no muchos quieren ser testimonio del martirio. Sin embargo, no seremos olivos y candeleros por mucho tiempo si nos negamos a sufrir como los testigos del Señor. Del mismo modo, resucitamos porque hemos vivido y muerto por Jesús como Sus testigos. Por lo tanto, la clave de la vida cristiana es ser un testigo. Los testigos siempre son olivos y candeleros, que seguramente se levantarán en gloria de entre los muertos.
Sé testigo de Jesús justo donde te encuentres y hasta en los confines de la tierra (Hch 1:8).
Oración: Jesús, ¿puedo recibir poder de lo alto para ser Tu testigo? (ver Lc 24:49; Hch 1:8).
Promesa: "Porque Él no es Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para Él" (Lc 20:38).
Alabanza: San Juan-Theophane Venard, mártir en Vietnam, había mantenido correspondencia con santa Teresa de Lisieux. Juan eligió "el camino pequeño" al aceptar el martirio por su amor perfecto a Jesús.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de mayo de 2018
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