el camino de la santidad
"¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en Su recinto sagrado?" (Salmos 24:3).
Cuando somos bautizados, nos hacemos santos, es decir, nos convertimos en personas santas. Recibimos una nueva naturaleza (ver Gál 6:15) y nos hacemos partícipes de la naturaleza divina (2 Pe 1:4). En el Bautismo, comenzamos el proceso de llegar a ser santos, es decir, de ser como Dios (1 Jn 3:2). Para crecer en santidad, debemos renovar nuestro Bautismo diariamente y continuar aceptando a Jesús como nuestro Señor y Salvador (ver 2 Pe 2:20). Nuestras vidas serán un "gran período de prueba" (ver Ap 7:14). Al volvernos al Señor en estas pruebas, creceremos en santidad y en el deseo de ser santos.
En el camino de la santidad, imitaremos a Jesús con más fidelidad. Seremos puros, ya que Él es puro (1 Jn 3:3). Por Su gracia, nos convertiremos en santos en cada aspecto de nuestra conducta "como Aquel que (nos) llamó es santo" (1 Pe 1:15). A medida que crecemos en santidad, viviremos las Bienaventuranzas e incluso llegaremos a ser dignos de ser perseguidos por el bien del Evangelio (Mt 5:11). Finalmente, o tendremos una muerte santa y veremos al Dios todo santo de inmediato y para siempre, o lo veremos después de purificarnos y santificarnos en el Purgatorio.
El propósito de nuestras vidas es llegar a ser santo. Naturalmente, tememos la aventura de llegar a ser santos. Sin embargo, el Señor nos dará Su gracia para querer ser santos más de lo que deseamos cualquier otra cosa en la vida.
Oración: Padre, que desee ser santo más que respirar.
Promesa: "¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a Él" (1 Jn 3:1).
Alabanza: "Santo, santo, santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era, el que es y el que vendrá" (Ap 4:8).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de mayo de 2018
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