La conversación entre el poderoso José, segundo al mando en todo Egipto y sus extraños hermanos no iba bien. José rompió la brecha de comunicación despojándose de su gloria (ver Fil 2:7), liberándose de su poder (ver Fil 2:8), y diciendo a sus hermanos "acérquense a mi" (Gn 45:4).

En el Cantar de los Cantares, Dios llama igualmente a la amada, escondida en las rocas del acantilado, así "muéstrame tu rostro" (Cant 2:14). El Señor nos quiere mantener cerca, como un padre estrecha a su niño contra su mejilla (Os 11:4), como una madre acaricia a su bebé lactante (ver 1 Tes 2:7). Al igual que José, Jesús dice a cada uno de nosotros, "Venid a mí" (Mt 11:28). Nos asegura que Él es manso y humilde de corazón para que nosotros, no tengamos miedo de acercarnos a Él (Mt 11:29).

Imploremos al Señor diciéndole: "¡Llévame contigo!" (Cant 1:4) Jesús es el Emmanuel, el Dios con nosotros (Mt 1:23). Él habita entre nosotros (Jn 1:14). Toda la Escritura y la revelación divina muestran un Dios que desea en gran medida (ver Lc 22:15) estar cerca de nosotros. Él no está contento cuando nos retiramos de Él (ver Heb 10:38). En la muerte de Jesús en la cruz, Dios mismo rasgó el velo en el santuario (Mt 27:51), que había separado el pueblo de la presencia de Dios. Dios ahora viene tan cerca de nosotros que incluso entra en nuestros cuerpos en la ¡Santa Eucaristía! Por lo tanto, cualquier falta de cercanía es por nuestra causa, no por Él. El Señor dice: "¡Acércate a mí!" (Gn 45:4) ¿Cómo vas a responder?

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 3 de marzo de 2017.

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