tiempo perfecto
"Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba" (Lucas 24:29).
El pueblo judío del tiempo de Jesús no medía los días desde la mañana hasta la noche, sino que de noche a noche. Por lo tanto, Jesús comenzó el día de su muerte con la Última Cena, la primera Misa y terminó el día de Su resurrección con la segunda Misa. Después de una Liturgia de la Palabra (que duró lo que toma caminar siete millas), Jesús "tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron" (Lc 24:30-31).
La Iglesia primitiva se dio cuenta que las dos primeras Misas (Eucaristías) de Jesús fueron muy significativas. Guiados por el Espíritu Santo (Jn 16:13), ellos se dedicaron a la fracción del pan, que es, la Misa (Hch 2:42). Dondequiera, la Iglesia ha enfatizado la devoción a la Misa a lo largo de la historia, se ha visto el amor, el poder y la gloria de Dios.
Por lo tanto, vamos a entrar de lleno en la celebración dominical de la Misa. Que este sea el centro de nuestro domingo y de nuestra vida. Participemos en la Misa diariamente o tan a menudo como sea posible. Visitemos el Santísimo frecuentemente. Una vida centrada eucarísticamente es una vida centrada en Cristo crucificado y resucitado.
Oración: Padre, enséñame a orar y a vivir la Misa.
Promesa: "Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes" (1 Pe 1:18-20).
Alabanza: ¡Gloria a Ti Señor Jesús resucitado, Rey del cielo y de la tierra!
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 28 de deciembre de 2016.
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