la paz de navidad
"Fijaré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que tenga allí su morada. Ya no será perturbado" (2 Samuel 7:10).
El Señor prometió a David que lo libraría de todos sus enemigos y que tendría paz (2 Sm 7:11). Esa promesa de paz fue sorprendente ya que David había estado siempre rodeado de violencia y "combatiendo" (ver 1 Sm 18:7). Desde que le cortó la cabeza a Goliat hasta el plan de asesinar a Urías, David había vivido una vida muy violenta. La gente debió reírse cuando oyeron que a David se le había prometido paz. Sin embargo, la promesa al principio pareció cumplirse porque Salomón, el hijo de David (el nombre Salomón quiere decir "paz") tuvo un reino en paz. Pero Roboam, el nieto de David comenzó una guerra civil. De esa guerra siguieron otras guerras. Israel no tenía paz. Parecía como si la promesa de paz que Dios hizo a la casa de David, no se iba a cumplir.
Casi después de mil años, el Arcángel Gabriel anunció a María: "Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre" (Lc 1:31-32). Cuando el niño nació en la primera Navidad, los ángeles cantaron: "Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz" (Lc 2:14). Parecía que la promesa de paz que Dios había hecho, finalmente se iba a cumplir, porque Jesús habló de amar a los enemigos, poner la otra mejilla, hacer la paz (Mt 5:9, 39, 44) y dar la paz (Jn 14:27). Sin embargo, en poco tiempo matamos a Jesús, nuestra Paz (Ef 2:14) y continuamos haciendo la guerra hasta el día de hoy.
La promesa de paz que hizo Dios a la casa de David se cumplió en Jesús. Viviendo totalmente para Jesús, tenemos la paz que el mundo no puede comprender (Fil 4:7). Esta paz no es algo impuesto, sino es Alguien que nos la propone. Aceptemos a Jesús, nuestra Paz.
Oración: Padre, haz que cambiemos nuestras armas en arados y nuestras bombas de destrucción en herramientas de agricultura (Is 2:4).
Promesa: "Que se cumpla en mí lo que has dicho" (Lc 1:38).
Alabanza: "Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a Su Pueblo" (Lc 1:68).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 25 de julio de 2017.
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