Cuando la Iglesia nos dice el primer día de invierno en el hemisferio norte que "ya pasó el invierno", nos llama a caminar por la fe y no por la vista (ver 2 Co 5:7). La fe es la "plena certeza de las realidades que no se ven" (Heb 11:1).

María era una adolescente embarazada, que pudo haberse divorciado de su marido José e incluso ejecutada por adulterio. Aunque externamente María tenía motivos para sentirse temerosa y deprimida, magnificó al Señor y se regocijó en Dios su Salvador (Lc 1:46-47). Visitó, se regocijó, elogió y vivió por fe, no por vista. María tenía fe de que "se cumpliría lo que le fue anunciado de parte del Señor" (Lc 1:45).

Al acercarse la estación Navideña, no nos dejemos llevar por lo que vemos, porque entonces recibiremos solo lo que vemos, es decir, el invierno, la frialdad y la oscuridad. Más bien, procedamos por fe. Veamos al interior, que es de Dios quien mora en nosotros y no tanto al exterior, que es una cultura de pecado y muerte. Alegrémonos en la medida en que compartimos los sufrimientos de Cristo (1 Pe 4:13), no en la medida que evitamos compartir el sufrimiento de Cristo. Inmersos en el Espíritu Santo, andemos por lo invisible, no por lo que es visible.

La Navidad y la vida tratan de la fe. Ten fe en el Cristo de la Navidad. Comparte tu fe para que otros puedan tener Navidad. Vive por la fe.

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 25 de julio de 2017.

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