El Señor dijo: "los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos" (Is 55:8). Que seamos tan diferentes que Dios inicialmente se ve como un problema. Incluso deseamos que Dios sea más como nosotros. Sin embargo, si aceptamos con alegría la trascendencia y misterio de Dios, podemos comenzar a buscar dentro de las peores situaciones y ver la mano de Dios. Esto nos llena de esperanza, en lugar de desánimo.

Por ejemplo, ¿qué pasaría si invitaras a varias personas pobres y minusválidas a cenar pero nunca recibieras alguna invitación a sus casas? Aquí estás, solitaria, comiendo solita y sintiendo lástima por ti misma. Sin embargo, si tienes la mente de Dios (ver 1 Co 2:16), empezarías a alegrarte, para que veas que estás en una situación maravillosa en la que "tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos" (Lc 14:14).

¿Y si estuvieras como san Pablo, en "una gran tristeza y un dolor constante en mi corazón" porque tu país está separado de Dios? (Rom 9:2) Sin embargo, el Señor, puede abrirte los ojos de tu corazón (Ef 1:18) para ver que Él está trabajando contigo por el bien incluso en las peores circunstancias (Rom 8:28).

Cuando vemos la peor de las cosas en la manera de Dios, exclamamos: "¡Que profunda y llena riqueza es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus caminos! Porque todo viene de Él, ha sido por Él y es para Él. ¡A Él la gloria eternamente! Amen" (Rom 11:33, 36).

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 10 de mayo de 2017.

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