pureza
Jesús "al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores" (Lucas 19:45).
Jesús ha dejado claro que quiere que su templo sea purificado (ver también 1 Mac 4:36). Jesús nos manda ser puros, "como Él es puro" (1 Jn 3:3). Jesús esta purificando a Su Iglesia "con el bautismo del agua y la palabra, porque quiso para Sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada" (Ef 5:26-27). "Por la obediencia a la verdad", podemos purificarnos "por amor genuino" de nuestros hermanos y hermanas (1 Pe 1:22). El Señor nos ha prometido "una fuente, a fin de lavar el pecado y la impureza" (Zac 13:1).
Esta fuente de purificación es nuestro Bautismo en Jesús (Rom 6:3) en el cual nos hemos "despojado completamente del cuerpo carnal" (Col 2:11). Si vivimos nuestro Bautismo siendo santos en todos los aspectos de nuestra conducta (1 Pe 1:15), somos puros. Incluso, si nos contaminamos a nosotros mismos por el pecado después de nuestro Bautismo, podemos ser purificados por el arrepentimiento, especialmente aceptando la misericordia de Dios por medio del sacramento de la Reconciliación. Por lo tanto, "ya que poseemos estas promesas, hermanos, purifiquémonos de todo lo que mancha el cuerpo o el espíritu, llevando a término la obra de nuestra santificación en el temor de Dios" (2 Co 7:1).
Oración: Padre, que desee ser puro más que una persona con cáncer que desea ser libre de todas sus células cancerosas.
Promesa: "Todo el pueblo cayó con el rostro en tierra y adoraron y bendijeron al Cielo que les había dado la victoria" (1 Mac 4:55).
Alabanza: Paúl Le-Bao-Tinh, uno de los mártires vietnamitas, escribió que estaba gozoso en medio de sus prolongados tormentos y sufrimientos porque sabía que no estaba solo, decía "Cristo está conmigo" (ver Mt 28:20).
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 10 de mayo de 2017.
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