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"Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?" (Lucas 9:54).
Elías hizo descender fuego del cielo en tres ocasiones (ver Eclo 48:3). Los apóstoles pensaban que sería bueno si hicieran lo mismo. Tenían razón. Necesitaban fuego. Pero se equivocaban. Necesitaban fuego no para destruir a los samaritanos, sino para destruir el pecado en sus corazones.
En el primer Pentecostés cristiano, el fuego descendió del cielo (Hch 2:3). Este fuego purificó a los discípulos de Jesús, quienes salieron no para destruir a las naciones sino para hacer discípulos de ellos (Mt. 28:19).
EI fuego es destructivo y atractivo. Pedimos a nuestros hijos no jugar con fuego a pesar de que son naturalmente atraídos ya que pueden ser lastimados por este. Tenemos que hacer caer el fuego de Dios para destruir nuestros pecados. Así ese fuego destructivo se hará atractivo. Debido al fuego de Dios en nosotros, "diez hombres de todas las lenguas que hablan las naciones, nos tomarán, sí, nos tomarán por las solapas para decirnos: 'Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes' " (Zac 8:23).
Dios enviará un fuego final para destruir los cielos y la tierra (2 Pe 3:7, 10). Antes de esto, deja que el fuego de Dios arda en ti y brille Su luz desde lo profundo de ti. Enciéndete.
Oración: Padre, que un fuego arda en mis huesos (Jer 20:9) y corazón (Lc 24:32) por Tu palabra.
Promesa: "Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén" (Lc 9:51).
Alabanza: El joven Keith reza un rosario cada noche antes de acostarse.
Rescripto: †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 10 de mayo de 2017.
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