Cada ser humano es a la vez esclavo y libre. Podemos elegir ser "esclavos del pecado" (Rom 6:20) y por lo tanto libre de la justicia, o podemos ser "libres del pecado" y "esclavos de Dios" (Rom 6:22). Si elegimos la esclavitud del pecado, se "recogerá solo la corrupción" (Gal 6:8), "de las obras que ahora los avergüenzan. El resultado de esas obras es la muerte" (Rom 6:21). Si elegimos ser liberados del pecado y esclavos de Dios, vamos a ser santificados (Rom 6:19, 22). "Porque el salario del pecado es la muerte, mientras que el don gratuito de Dios es la Vida eterna, en Cristo Jesús, nuestro Señor" (Rom 6:23).

Durante este día y todos los días, cada uno de nosotros por nuestras acciones, palabras, pensamientos, actividades, y en los silencios elegimos la vida o la muerte, la luz o la oscuridad, el pecado o la santidad, Jesús o el egoísmo. "¡Elige la vida!" (Dt 30:19) ¡Elige a Jesús! ¡Arrepiéntete! Ve a la confesión. Escoge tomar diariamente la cruz de Jesús, e invite a todos los demás a hacer lo mismo. Jesús está de pie tocando a la puerta de tu corazón. Él promete "si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos. Al vencedor lo haré sentar conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono" (Ap 3:20-21). ¡Elige abrir la puerta a Jesús!

Rescripto:  †Reverendísimo Joseph R. Binzer, Obispo auxiliar y Vicario general de la Arquidiócesis de Cincinnati, 10 de mayo de 2017.

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