amor extremo y supremo
"Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo" (Lucas 14:26).
Un himno tradicional comienza así: "Jesús, mi Señor, mi Dios, mi todo, ¿cómo puedo amarte como debo?" Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo (Lc 10:27). Cuando damos nuestro "todo" a Jesús, nuestra relación con Él es de una sola clase (ver Lc 14:26). Cuando amamos a Jesús como debemos, morimos a nosotros mismos y cargamos diariamente nuestras cruces (Lc 14:27; 9:23). Cuando hacemos a Jesús nuestro Señor, Dios, y Todo, renunciamos a todo lo que poseemos (Lc 14:33). Somos propiedad de Dios (ver 1 Co 6:19-20), y todo lo que supuestamente poseemos le pertenece a Él.
Amar a Jesús como Él debe ser amado parece ser extremo, y lo es. Sin embargo, Jesús nos amó hasta los extremos de la cruz. En consecuencia, amarlo correctamente significa darle nada menos que todo. Para darle todo a Jesús es lo más y lo menos que podemos hacer. Solo Él murió en la cruz por amor a cada uno de nosotros. Él es Dios. Según esto, Él debe ser amado. Por la gracia, podemos amarle como Él debe ser amado. Ama a Dios Que es amor (1 Jn 4:16).
Oración: Padre, que pueda "comprender, con todos los santos, cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, en una palabra, ustedes podrán conocer el amor de Cristo" (Ef 3:18-19).
Promesa: "¿Y quién habría conocido tu voluntad si tú mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu Santo Espíritu?" (Sab 9:17).
Alabanza: Alabado sea Jesús resucitado Quien tiene "la llave de la Muerte y del Abismo" (Ap 1:18).