La esencia de la vida cristiana es seguir a Jesús, no según nuestros términos sino los Suyos. Al seguir a Jesús, nos llama a hacer un compromiso total de auto-sacrificio, del que no debemos esperar ni siquiera un techo sobre nuestras cabezas (ver Lc 9:58). También espera un compromiso inmediato, sin demoras (ver Lc 9:59-61). Por último, seguir a Jesús es para siempre. Cuando ponemos nuestra mano en el arado y empezamos a trabajar en su cosecha, no debemos mirar hacia atrás sino perseverar (Lc 9:62).

En un mundo gobernado por el egoísmo, un compromiso total, sacrificado, inmediato y para siempre parece fuera de toda razón. De hecho, va más allá de la razón, es decir, no es irracional sino que simplemente supera toda razón. Los caminos y pensamientos del Señor van mucho más allá de nuestros caminos y pensamientos (Is 55:8-9). "Él hace cosas grandes e inescrutables, maravillas que no se pueden enumerar" (Jb 9:10). Por lo tanto, seguir a Dios nuestro Señor implica caminar por regiones desconocidas por razones desconocidas. Seguir a Jesús es caminar guiado por la fe no por la vista (2 Co 5:7).

¿Por qué darle todo nuestro ser a Jesús sin ni siquiera entender lo que estamos haciendo? El amor es la única razón para seguir a Jesús según sus términos. Es Jesús el que nos dice ahora: "Sígueme, si me amas" (ver Jn 21:19).